Vista exterior de la lonja de Valencia | Crédito: Marco J. – Flickr! (Licencia CC)
El edificio de la Lonja de la ciudad de Valencia, también conocido como Lonja de la Seda, es el tercer recinto más visitado de toda la capital del Turia, según los datos recogidos por las instituciones turísticas. Y no es extraño, pues no le faltan motivos para atraer a los visitantes.
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Construido a finales del siglo XV (entre 1482 y 1496) en las calles del barrio del Mercat, este hermoso edificio es una de las construcciones civiles góticas más destacadas de todo el continente. Una importancia que le valió la concesión por parte de la UNESCO, en 1996, del título de Patrimonio de la Humanidad.
El recinto, que está compuesto por cuatro construcciones diferentes (la Torre, la sala del Consulado del Mar, el Patio de los Naranjos y la Sala de la Contratación), fue levantado por el maestro de obras Pere Comte, quien siguió el estilo que había marcado unas décadas antes el arquitecto Guillem Sagrera en la lonja de Palma de Mallorca.
Los turistas que visitan el recinto quedan rápidamente admirados por la belleza de sus formas, pero muchos se sorprenden al descubrir, entre las esculturas que rematan las partes más altas de la lonja,una serie de gárgolas con formas especialmente llamativas.
Al igual que en otros muchos edificios medievales, ya sean iglesias, catedrales o recintos civiles, estas gárgolas tenían como función principal desaguar de los tejados el agua de lluvia a través de sus orificios. Sin embargo, en el caso del complejo valenciano estas figuras de piedra llaman la atención por otras razones.
Entre las casi treinta esculturas de este tipo que pueden contarse en las distintas partes de la lonja –la Sala de la Contratación posee quince repartidas por sus cuatro fachadas–, descubrimos figuras de monstruos y animales fantásticos, como suele ser más habitual, pero también figuras humanas en actitudes procaces y claramente obscenas.
Gárgola mostrando el pene | Crédito: The Noggin Nogged – Flickr! (Licencia CC)Así, descubrimos entre otras la escultura de un hombre que se sujeta el pene para orinar dentro de una especie de jarra, parejas haciendo el amor, una mujer dando de mamar a un mono y otra que se acaricia sin atisbo de vergüenza los genitales.
Esta iconografía con figuras de carácter erótico o pornográfico no es insólita en el arte medieval, como ya vimos al hablar de lasrepresentaciones obscenas presentes en un buen número de templos románicos. Sin embargo, en el caso de la lonja valenciana resulta aún más llamativa, pues estamos ante un edificio de carácter civil, no religioso, lo que podría explicar más fácilmente que se trata de una condena de los pecados de la carne (lujuria).
No todas estas gárgolas son antiguas, pues algunas datan del siglo XIX –momento en el que se realizó una restauración de varias partes de la lonja–, pero la mayor parte sí han sido datadas en el siglo XV, por lo que fueron realizadas por los maestros escultores góticos.
No queda constancia documental de que Pere Compte tomara parte en la decisión del programa iconográfico de estas gárgolas, por lo que los historiadores del arte no saben a ciencia cierta cuál era el significado de estas desvergonzadas figuras.
Aún así, se han planteado varias hipótesis. Una de ellas, quizá la más popular, apunta que tenían un carácter moralizante y que, pese a no tratarse de un edificio religioso, buscaban educar al visitante mostrándole cuáles eran los pecados más graves. Esta posibilidad no carece de sentido, pues una de las puertas del edificio se conoce precisamente como “Portal de los pecados”, pues cuenta con representaciones del pecado original mediante figuras desnudas.
Detalle de relieves eróticos en la puerta de la lonja | Crédito: Beatriz Sirvent – Flickr! (Licencia CC).
Otros autores sugieren que los maestros escultores emplearon estas figuras grotescas con una finalidad satírica, para criticar algunas prácticas indecorosas de la época, mientras que otros apuestan por una hipótesis más prosaica, planteando la posibilidad de que los artistas simplemente dieran rienda suelta a su imaginación, dando muestras de una gran libertad creativa y un insuperable sentido del humor.
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En uno u otro caso, lo que está fuera de toda duda es la maestría artística de aquellos escultores del siglo XV pues, más de cinco siglos después, sus expresivas creaciones siguen causando sorpresa y provocando más de una sonrisa.
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